“Miraflores, Rapsodia en azul” es la novena exposición individual del artista Fernando Pazos. En ella, apreciaremos una muestra que llega ya a un punto mucho más maduro y en la que la nostalgia y los recuerdos toman el protagonismo de las calles y construcciones de un Miraflores cada vez más lejano. Pazos Parró, dibujante por excelencia, representa en su obra el encanto pero también el deterioro de una época que está dejando para la memoria a los maravillosos años cincuenta y sesenta.
Desde una perspectiva cenital, la obra de Pazos Parró recoge la mirada de lo que ven esas pequeñas aves de la ciudad, cuales pájaros invasores y curiosos, observan los patios interiores o las fachadas enrejadas en las que las presencia de personas es solo una intuición. Sin embargo, sabemos que están ahí porque olvidaron algún objeto, o quizás una puerta entreabierta, o el sonido lejano de la televisión, una aspiradora, el olor del café que se sale por alguna ventana aún confiada en el exterior. Legados, vestigio de la gente en su vida cotidiana.
Rapsodia: Como si se tratara de un fragmento de alguna ópera, Miraflores es un extracto de la sociedad tradicional. Aún se conservan muchas casas antiguas con gente viviendo en ellas, o sus descendientes, donde hay historias de amor, de trabajo, de sencillez, de lujo y pompa, de crímenes y también de litigios, juicios no ganados, juicios no empezados. Historias para contar y encantar, pues todas ellas son un reflejo de lo que fuimos, de lo que somos y seguramente de lo que seremos.
Y es que en Miraflores existen todavía las antiguas bodegas que se mezclan con grandes autoservicios, tiendas boutiques, restaurantes…. Aún respiran nostálgicos árboles añejos.
De esa manera, y a través de un prolijo dibujo que flirtea con el constructivismo, Fernando Pazos trabaja el color como un complemento (como si se tratara de blanco y negro) para representar al ser humano a través de los sentidos, las sensaciones, los recuerdos, los afectos.
Desde una perspectiva cenital, la obra de Pazos Parró recoge la mirada de lo que ven esas pequeñas aves de la ciudad, cuales pájaros invasores y curiosos, observan los patios interiores o las fachadas enrejadas en las que las presencia de personas es solo una intuición. Sin embargo, sabemos que están ahí porque olvidaron algún objeto, o quizás una puerta entreabierta, o el sonido lejano de la televisión, una aspiradora, el olor del café que se sale por alguna ventana aún confiada en el exterior. Legados, vestigio de la gente en su vida cotidiana.
Rapsodia: Como si se tratara de un fragmento de alguna ópera, Miraflores es un extracto de la sociedad tradicional. Aún se conservan muchas casas antiguas con gente viviendo en ellas, o sus descendientes, donde hay historias de amor, de trabajo, de sencillez, de lujo y pompa, de crímenes y también de litigios, juicios no ganados, juicios no empezados. Historias para contar y encantar, pues todas ellas son un reflejo de lo que fuimos, de lo que somos y seguramente de lo que seremos.
Y es que en Miraflores existen todavía las antiguas bodegas que se mezclan con grandes autoservicios, tiendas boutiques, restaurantes…. Aún respiran nostálgicos árboles añejos.
De esa manera, y a través de un prolijo dibujo que flirtea con el constructivismo, Fernando Pazos trabaja el color como un complemento (como si se tratara de blanco y negro) para representar al ser humano a través de los sentidos, las sensaciones, los recuerdos, los afectos.